lunes, 6 de febrero de 2012

EL EQUIPO POR ENCIMA DE LAS INDIVIDUALIDADES

Nuevo artículo de Amalia Revuelta:


Comunión pura de lealtad, esfuerzo y compromiso.

El arte de liderar, dirigir, entrenar, motivar, coordinar, repartir correctamente las funciones y los roles, premiar y recompensar los esfuerzos, desarrollar “la causa común”, explotar las habilidades individuales dentro del equipo, son las claves para triunfar como entrenador en la actualidad. Una de las estrategias más rentables y que todo técnico, desde la base hasta la élite, debe saber utilizar con eficacia es el trabajo en equipo. Pero ¿a qué nos referimos exactamente con “Trabajar en Equipo”? Básicamente, un equipo es “un conjunto de personas que realizan una actividad coordinada para conseguir un objetivo común”. En el fútbol actual, los futbolistas son conscientes de que dependen y se necesitan – los unos a los otros – para alcanzar la meta, porque se mueven por los mismos intereses, estando además en perfecta unión con la afición. Al fin y al acabo, son los que pagan por ver el espectáculo.

En este contexto, los entrenadores deben saber que tener un número “X de individualidades” o de “supuestas potencialidades”, no garantiza tener un equipo cohesionado. La clave está en conocer a cada uno de los integrantes del equipo, sus ilusiones, su forma de entender el fútbol, su nivel de formación previa, y con esta información sacar lo mejor de cada uno y dirigirlos hacia los objetivos comunes. El éxito o fracaso deportivo no puede estar asociado a logros azarosos y del destino, sino al resultado de haber hecho las cosas mal o bien, previamente planificadas.

Trabajar en Equipo es complejo, porque, partiendo del hecho de que los futbolistas son personas con un perfil que conlleva una gestión complicada, además nos encontramos con el factor de que no todos disponen de los mismos recursos para hacer frente a la competición. Como añadido, el éxito del equipo también va a depender de la filosofía y los valores que el míster promueva con su juego y estilo. Pero independientemente de la personalidad de cada técnico, de la idea que se tenga de “lo que a mí me funciona”, para que un equipo trabaje y rinda al máximo de su potencial, los entrenadores deben reconocer que el rendimiento deportivo es multifactorial, por lo que en este artículo me gustaría resaltar algunas claves psicológicas que podrían ayudar a explicar el éxito del equipo:

El éxito no reside en las fortalezas y el esfuerzo máximo de las individualidades, sino en cómo trabajan juntas de forma coordinada. El equipo que se apoya exclusivamente en alguna “estrella” jamás podrá realizar con la misma eficacia ni aguantar su esfuerzo en el tiempo, tal y como lo puede hacer todo un equipo

La fortaleza del equipo se potencia con la confianza, la persuasión y el apoyo que recibe de los compañeros: un equipo unido y limitado por sus capacidades técnicas puede hacer frente con éxito a un equipo de grandes estrellas que esté dividido por dentro. Pura estrategia

Con la Implicación y máxima exigencia de los jugadores, el equipo se cohesiona, y los jugadores se disponen a superar las carencias. El valor de la motivación del equipo en las condiciones más adversas, confiar en la lucha, en las fuerzas del equipo, une. Cada jugador debe explotar todos sus recursos – físicos, técnicos, tácticos y mentales – para dar el máximo al servicio del equipo. No rendirse nunca. Nada más que esto

Los partidos se ganan en equipo, no puede existir egoísmos. Si recordamos el mundial de Sudáfrica, ni Cristiano Ronaldo, ni Messi, ni otras grandes estrellas del fútbol mundial pudieron hacer nada ante el juego de equipo de España. Porque el equipo español fue mucho más que la suma de sus grandes jugadores. Funcionaron con pura sinergia

El entrenador debe promover valores como el respeto por el compañero, por el adversario, la solidaridad, lograr que sean buenas personas y deportistas. Las relaciones humanas, son la clave para gestionar equipos deportivos.

 Y con esta radiografía esencial del “Equipo de Éxito”, ejercer como entrenador un estilo positivo de liderazgo y de comunicación abierta con todo el equipo, parece que ayuda a alcanzar objetivos. En psicología del deporte (Jaume Cruz, Catedrático de Psicología del Deporte de la Universidad Autónoma de Barcelona) se ha tratado de identificar los rasgos de personalidad de los entrenadores de éxito: “Mentalmente fuertes, autoritarios, dispuestos a soportar la presión, emocionalmente maduros, independientes en sus opiniones y realistas en los objetivos que se proponen”. Estas características pueden ayudar a ser mejor entrenador, pero los estudios empíricos no respaldan dicho perfil. Actualmente se considera que no existe un conjunto de rasgos que garantice el liderazgo eficaz en cualquier entorno, sino que dicho liderazgo responde a situaciones específicas, con personas concretas.

La autoridad viene de lo preparado y lo capaz que sea el técnico. El ordeno y mando se acabó. Ahora hay que convencer, y para ello el míster tiene que saber escuchar todo lo que digan los jugadores, manteniendo un diálogo individual o colectivo, del que se enriquezca todo el equipo. El objetivo es unir el talento y la disciplina. Todos deben saber que serán mejores si el equipo es mejor, idea que sabe transmitir muy bien el entrenador sabio Vicente del Bosque.

Y este es el contexto en el que los entrenadores deben asumir meticulosamente el rol de psicólogo que desempeñan – antes, durante y después de la competición – porque pueden aplicar estrategias psicológicas que favorezcan un nivel de funcionamiento óptimo durante todo la temporada.

En resumen, el entrenador de éxito tiene que conseguir que el equipo entrene con más intensidad cada día, y que los jugadores puedan divertirse aprendiendo. Esto sólo se consigue con un gran compromiso y una gran motivación por superarse: cada uno cumpliendo su función dentro del equipo. Si esto lo enseñamos desde la iniciación deportiva, estaremos formando a futbolistas para competir al más alto nivel. Y lo fundamental, cuando las personas se sienten importantes, es cuando están dispuestas a dar lo que resta, que al final, es lo que suma.

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